¿Alguna vez te has preguntado por qué
acostumbramos a hacer el amor por la noche? El cómo y el cuándo del
apareamiento de los animales suele tener una lógica detrás. En cambio, lo
nuestro es más una cuestión de conveniencia.
Estamos habituados a tener relaciones sexuales en el lugar
más cómodo de la casa: la cama. Es difícil decirle que no a la intimidad de
las sábanas, la suavidad de la almohada y la blandura del colchón.
Y es por eso que el sexo suele suceder a la hora de acostarse.
Ya nos hemos quitado la ropa, lavado los dientes y recostado en posición
horizontal: ahora y solo ahora la magia sucede. Si lo piensas bien, es una
forma triste y aburrida de estructurar la vida sexual.
Dejamos que la lógica económica del día a día decida por nosotros. En
detrimento, claro está, de nuestros deseos carnales. Si queremos sacar el
máximo provecho de nuestros encuentros sexuales, necesitamos liberarnos de
estos horarios estrictos y abrazar el prometedor potencial del sexo en un momento mucho mejor del día: la
mañana.
El sexo matutino es como zamparse una tarta de chocolate para el desayuno: sorprendentemente reconfortante.
Además, disminuye los niveles de estrés (nos relaja para afrontar el día que comienza) y libera endorfinas que nos
mantienen activos. Es como recibir los beneficios de una clase temprana de yoga
y correr al mismo
tiempo, y todo sin salir de la cama. Analizando la cuestión con frialdad, las
mañanas pueden ser un momento mucho más lógico para el sexo.
Por la noche, la gente coge la cama cansada y el sueño va en aumento. Por la
mañana, en cambio, lo normal es despertarse con sueño y gradualmente aumentar
tu nivel de energía.
Antes
de la iluminación artificial, la gente solía dormir en dos tandas
diferenciadas. Iban a la cama dos horas después del anochecer, se
despertaban durante las primeras horas de la madrugada y volvían a dormirse. En
ese intermedio, la gente aprovechaba para pasar tiempo con su familia, leer y,
algunos, para tener sexo. Un manual médico del siglo XVI citado por la 'BBC' aconsejaba a las parejas que el mejor momento para
concebir no era al final de una larga jornada de trabajo, sino después del
"primer sueño”: “Cuanto más disfruten, mejor lo harán”. Por lo tanto, no
hay mejor forma de honrar la tradición que
el sexo post-sueño o mañanero.
El trabajo entrometido
El
principal obstáculo para el sexo matutino es, cómo no, el trabajo. Con el fin de acabar con la monotonía de la
vida sexual, Molly, madre de tres hijos, aceptó
el reto de tener sexo cada mañana durante una semana y contó su experiencia en
la web 'Prevention'. Ella es trasnochadora
como la que más, pues se quedaría hasta las 11 en los brazos de Morfeo de no
ser porque tiene que ir al trabajo. No todo va a ser fácil: en este mundo de
horarios, preocupaciones y responsabilidades, lo más normal es que si quieres
un revolcón por la mañana, tengas que levantarte antes.
El
lunes Molly puso el despertador una hora antes para acudir a su cita con la
lujuria matutina. Sí, no es lo más espontáneo ni sexy eso del despertador, pero
si quieres tener tiempo a solas y anticiparte al caos de tus tres
hijos, es el precio que has de pagar. Uno de los argumentos más
utilizados en contra del erotismo temprano es que la gente suele sentirse poco atractiva recién despertada. Lo mismo le pasó
a Molly, que inmediatamente se lavó los dientes, se peinó e incluso se puso
algo de crema hidratante. Acto seguido, despertó a su marido con el mejor de
los saludos y terminaron su primer encuentro sexual antes de que despertase la
marabunta de gritos, llantos y bocas que alimentar.
La libido, en auge
A
primera hora de la mañana, el cuerpo de los hombres pide sexo a gritos. Se trata de una especie de ganas
inconscientes derivadas de la testosterona, cuyos
niveles están a tope recién levantados. Fue el caso del marido de Molly a la
mañana siguiente. La fogosidad de su compañero, junto con la urgencia de la
situación (la posibilidad de ser descubiertos) hizo que el sexo fuese
especialmente memorable.
No todos los días fueron tan épicos para
Molly. Los e-mails del trabajo y las llamadas de su jefe interrupieron su
nueva rutina sexual. La realidad, a veces, te pone en tu sitio. El resto de
días en los que sí hubo tiempo, Molly admite que acudió a su puesto con una
sonrisa de oreja a oreja. Tan evidente debía ser que
incluso sus compañeros le preguntaron qué le pasaba para estar tan contenta.
Si durante el fin de semana tenían que madrugar para dejar a los niños
en partidos, cumpleaños o entrenamientos, volvían a la casa para cumplir con el
desafío. Probaron en la ducha y no les fue tan bien (quizá deberían haber
seguido estos consejos). Lo que está claro, es
que este experimento estimuló su interés por el sexo. En su caso, con tantas
obligaciones, no es realista planear tenerlo cada mañana,
pero sí es algo digno de incluir en el repertorio de vez en cuando para
mantener viva la llama y escapar de la monotonía entre
las sábanas.
Fuente: El Confidencial
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