¿Fue la guerra de
Troya un hecho o una ficción? ¿Qué pasó con el cuerpo de Jesús? ¿Por qué el
sucesor elegido de Mao huyó de China? ¿Dónde pasó la pionera aviadora Amelia
Earhart sus trágicos últimos momentos?
Estos son unos de
los muchos misterios que heredamos, de generación en generación, y no dejan de
intrigarnos.
Para celebrar sus
20 años de existencia, la revista BBC HistoryExtra invitó a 20 expertos a que
nominaran un enigma histórico que les encantaría ver resuelto.
Fascinados por
todos, en BBC Mundo, seleccionamos 5 para compartirlos contigo.
¿Dónde está enterrada Cleopatra?
La condenada
historia de amor de Marco Antonio y Cleopatra ha cautivado al mundo durante
siglos.
El general romano,
asolado por el dolor y la vergüenza después de su derrota final en batalla de
Actium (31 a.C.) a manos de su enemigo, Octavio, se clavó su propia espada al
recibir la (falsa) noticia de que la Reina de Egipto había muerto.
Sin embargo, su
amante seguía viva: se había escondido en su tumba, a donde trajeron a Antonio
quien finalmente sucumbió a sus heridas abrazado por su reina.
En lugar de caer
bajo la dominación romana, Cleopatra, rodeada de suntuosas perlas, oro, plata e
innumerables tesoros egipcios, se suicidó el 12 de agosto del 30 a.C.,
posiblemente por la mordedura de una cobra egipcia o áspid, un poderoso
emblema de la divinidad faraónica.
Tenía 39
años. Su cadáver fue momificado y, por orden de Octavio, enterrado junto a
Antonio.
Unos 16 siglos después, en su obra “Antonio y Cleopatra”, del
dramaturgo William Shakespeare, pronunció: “Ninguna tumba en la Tierra encerrará
a una pareja tan célebre“.
La ubicación de la tumba de Cleopatra ha sido un enigma durante
cientos de años.
Si era tan grandiosa como los informes romanos cuentan, la tumba
debería haber dejado su huella en la arqueología de Alejandría, la gran capital
de Cleopatra. Pero nunca se ha encontrado rastro.
Alejandría y sus alrededores generalmente han atraído menos
atención que los sitios más antiguos ubicados a lo largo del Nilo, y la ciudad
misma se ha vuelto cada vez más difícil de excavar: hoy, la mayor parte de la
antigua Alejandría está sumergida bajo aproximadamente 20 pies de agua.
Sin embargo, en
2006 Zahi Hawass, entonces secretario general del Consejo Supremo de
Antigüedades de Egipto, anunció que la tumba de Cleopatra había sido
ubicada en un templo en ruinas dedicado a Osiris (la deidad de la
muerte y la resurrección) cerca de la ciudad de Taposiris Magna, a 48
kilómetros al oeste de Alejandría.
Confusamente,
Hawass luego negaría haber hecho el anuncio.
La arqueóloga
Kathleen Martínez recibió permiso para excavar en el antiguo templo, pero
después de una década de excavaciones y cientos de hallazgos menores, no se ha
hallado una tumba secreta. Martínez, no obstante, sigue
convencida de que el cuerpo de Cleopatra está allí.
Si se descubre la
tumba de Cleopatra, el mundo arqueológico se sacudiría. El hallazgo incluso
eclipsaría el de los restos de Tutankamón.
El problema es que
cuando los arqueólogos fijan sus esperanzas en referencias textuales fugaces,
en el caso de Cleopatra, las creadas por historiadores romanos hostiles, los
resultados son, inevitablemente, decepcionantes.
Misterio postulado
por Lloyd Llewellyn-Jones es profesor de Historia antigua en la
Universidad de Cardiff.
¿Quiénes construyeron Stonehenge
y por qué?
Cuando las multitudes se van, puedo disfrutar de la tranquila
majestad de Stonehenge. Han pasado 40 años desde que dirigí por primera vez una
excavación allí.
En este tiempo, hemos aprendido más sobre el monumento y las
personas que lo erigieron de lo que imaginaba posible.
¿Pero podemos decir por fin por qué se construyó Stonehenge? Yo
diría que no. Cuanto más aprendemos, mayor es el misterio.
Construimos
nuestra imagen del pasado antiguo a partir de cosas que desenterramos y cosas
que imaginamos.
Las historias más antiguas sobre Stonehenge cuentan que un mago
llevó las piedras volando desde Irlanda.
Todavía se puede ver la huella de un talón donde el diablo le
arrojó uno de los megalitos a un fraile. En otra piedra, el agua, enrojecida
por algas, se acumula como la sangre de las doncellas sacrificadas.
La investigación histórica, al no encontrar ningún registro de
la construcción de Stonehenge, trató de fijar el logro en pueblos antiguos
conocidos de otros países: griegos, romanos y daneses de principios de la Edad
Media.
Tal especulación se calmó en 1901, cuando la primera excavación
científica en el sitio no expuso nada que no fuera reconocido como herramientas
y escombros de los británicos prehistóricos.
Stonehenge
fue una creación de pueblos indígenas neolíticos.
El
argumento luego pasó de quién lo construyó a qué tipo de sociedad fue
responsable de ello.
¿Fue el símbolo máximo de una cultura altamente clasificada, un
cacicazgo, tal vez, donde los grandes monumentos eran expresiones de estatus,
poder y medios de control? ¿O fue un punto focal en un mundo igualitario que
necesitaba lugares espaciosos para que las personas se reunieran para
comerciar, socializar y participar en rituales y ceremonias comunales?
Los avances en arqueología han cambiado el equilibrio de la
investigación en gran medida a favor de la evidencia de las cosas que
desenterramos.
Con nuevas innovaciones científicas, más excavaciones y más
arqueólogos haciendo más preguntas, ahora tenemos significativamente más datos,
y más tipos de datos, de lo que podría haber imaginado hace 40 años.
Sin embargo, aún no podemos responder la pregunta: ¿por qué
Stonehenge? De hecho, todo lo contrario.
Cuanto más descubrimos, más nos damos cuenta de cuán
asombrosamente bien logrado técnicamente es y, francamente, cuán extraño.
“¡Qué grandioso!” escribió Sir Richard Colt Hoare, un anticuario
y arqueólogo británico, cuando contemplaba Stonehenge en 1810. “¡Qué
maravilloso! ¡Qué incomprensible!“.
Uno de los grandes logros de la arqueología de los últimos dos
siglos ha sido demostrar que Hoare tenía razón: Stonehenge es verdaderamente
incomprensible.
Misterio postulado por
Mike Pitts, arqueólogo y autor.
¿Qué secretos guardan las tumbas kofun?
Son el equivalente
de Japón a las pirámides de Egipto: enormes “tumbas antiguas”, o kofun en
japonés, construidas por cientos de trabajadores a la vez para albergar los
restos de, creemos, el más grande de los reyes.
Los primeros
pequeños kofun comenzaron a aparecer en todo Japón circa 250 d.C.
Las cámaras eran
hundidas en el suelo, luego se construían a los lados con piedra y finalmente
se cerraba la parte superior para crear un gran montículo. En el siglo V, se
estaban construyendo kofun que tenían cientos de metros de ancho y largo.
Sabemos mucho
sobre los kofun.
El diseño básico
vino de la península coreana, así como tantos otros elementos de la cultura
japonesa que tienen raíces en Asia continental, desde la agricultura del arroz
y el trabajo en bronce hasta un sistema de escritura, música, danza, budismo y
ropa fina.
Dentro de
cada uno de los kofun que se han excavado hasta ahora, los arqueólogos
generalmente han encontrado un ataúd de madera enterrado junto a objetos
preciosos, que van desde espejos de bronce hasta armaduras de hierro y espadas
finamente forjadas.
Afuera, en las laderas de los montículos, la gente a veces
colocaba figuras de terracota como marcadores de límites.
Conocidos como haniwa, sus diseños pueden
ser increíblemente complejos, incluidos bailarines, chamanes, guerreros,
caballos, barcos y pájaros.
Sin embargo, lo que no sabemos sobre
el más grande y grandioso de estos túmulos funerarios, el Daisen Kofun, es la
respuesta a la pregunta más importante de todas: ¿quién está adentro?
Este kofun, ubicado en la actual Osaka, fue construido en el
siglo V.
Incorporando tres fosos, tiene casi medio kilómetro de largo,
300 metros de ancho y más de 30 metros de alto; de hecho, este kofun en
particular es tan grande que su grandeza y su distintiva forma de ojo de
cerradura solo se pueden apreciar completamente desde el aire.
Dado todo
esto, podemos estar muy seguros de que quien yace ahí no es una persona común.
Pero en Japón está prohibido excavar
cualquier kofun de cierto tamaño y creado en forma de ojo de cerradura,
ya que se cree que estos son los lugares de descanso no solo de los grandes
reyes, sino de los emperadores divinos.
Aventurarse dentro de estas cámaras funerarias sería un sacrilegio,
¿o no?
Esos espectaculares kofun son quizás
misterios necesarios: abrirlos significa el riesgo de
encontrar algo dentro que cuestione la historia de la monarquía más antigua del
mundo, y ese es un riesgo que los supervisores de las tumbas, la Agencia de la
Casa Imperial, simplemente no pueden darse el lujo de asumir.
Misterio postulado por Christopher
Harding, profesor titular de Historia asiática en la Universidad de
Edimburgo.
¿Qué intenta decirnos el Manuscrito Voynich?
Si hojearas el
pergamino desgastado del Manuscrito Voynich, te encontrarías página tras página
de texto incomprensible.
El volumen está
escrito completamente en un idioma o código que nadie ha podido identificar
aún, acompañado de una serie de ilustraciones vívidas y seductoras.
Además de no poder
decodificar el contenido del manuscrito, los académicos tampoco saben
quién lo creó, o por qué eligieron hacerlo aparentemente indescifrable.
El
pergamino que compone el manuscrito data del siglo XV y probablemente se
produjo en Europa central a finales del siglo XV o XVI.
Como no podemos entender el texto, las ilustraciones son la
mejor indicación del contenido del manuscrito.
Aparentemente incluye material médico y científico, con páginas
dedicadas a las propiedades medicinales de las plantas, así como a las
sustancias farmacéuticas que se pueden derivar de ellas, una sección sobre
astrología y astronomía, y un segmento que puede (o no) enumerar recetas.
Sin
embargo, parte del material visual es muy difícil de interpretar.
Una secuencia de ilustraciones muestra figuras femeninas
desnudas reclinadas en agua u otro fluido, rodeadas de sistemas de tuberías.
¿Será que muestran literalmente los beneficios terapéuticos del baño o serán
alegóricas?
A la luz de las ilustraciones, es posible que el texto en sí
mismo esté relacionado con el aprovechamiento de los poderes de la naturaleza y
el cosmos, potencialmente a través de procesos mágicos y alquímicos: estas
ideas habían ganado una gran tracción en Europa en esa época, pero los
experimentos típicamente eran realizados clandestinamente.
El
compilador del manuscrito probablemente quería mantener esos conocimientos en
secreto, tanto para evitar que otros se lo apropiaran como porque la
iglesia y las autoridades seculares desaprobaban la alquimia y la magia.
El manuscrito se encontraba en la corte de un personaje
fascinado por la alquimia y la magia, el Sacro Emperador Romano Rodolfo II
(1552-1612).
Rodolfo bien pudo haberlo adquirido del astrólogo inglés John
Dee (1527-1608), quien compartía su interés por lo oculto.
Si bien los historiadores han descubierto muchas de las
complejidades de la fascinación furtiva de la gente por la magia durante los
siglos XV y XVI, el contenido del manuscrito Voynich sigue siendo un enigma.
Es muy probable que el texto esté escrito en código, con
palabras en un idioma aún no identificado reconfiguradas en un alfabeto único,
con complejidades adicionales para hacer que el enigma fuera aún
más difícil de descifrar.
Con los años, muchos investigadores lo han intentado.
El trabajo del equipo criptoanalista estadounidense de marido y
mujer William y Elizabeth Friedman es particularmente notable.
Junto con su trabajo vital de descifrado de códigos durante la
Segunda Guerra Mundial, los Friedman aplicaron su experiencia al manuscrito
Voynich, y continuaron estudiándolo en la década de 1950.
Sin embargo, ni siquiera sus mentes brillantes pudieron
descifrar el código.
Con suerte llegará el día en el que alguno de los eruditos que
estudian detenidamente el manuscrito hará un gran avance, y
sus secretos finalmente saldrán a la luz.
Misterio postulado por Elma
Brenner, la especialista medieval en la Colección Wellcome.
¿Qué le sucedió a Abu Bakr y su flota?
A finales de la
Edad Media , Malí se convirtió en el imperio africano subsahariano más
formidable que el continente había visto.
Era más rico que
cualquier otro estado africano y, con vínculos comerciales y culturales que lo
conectaban con muchos de los principales centros del mundo medieval.
Era realmente
formidable.
El imperio alcanzó
su apogeo en el siglo XIV. Fue durante ese siglo que Abu Bakr Keita, el último
emperador proveniente de la dinastía fundadora, ascendió al trono maliense.
Sin embargo, el
nuevo emperador se enfrentó a un desafío sin precedentes: era tan ambicioso
como sus antepasados, pero su reino estaba limitado por el
implacable desierto del Sahara por un lado y el Océano Atlántico por el otro,
dejándole pocas oportunidades de expansión.
Mansa Musa, quien
se desempeñó como consejero y heredero aparente de Abu Bakr, anotó que el deseo
del emperador de expandir su reino creció con el tiempo, hasta que se
convirtió en una obsesión.
Al
principio de su reinado, Abu Bakr patrocinó un audaz intento de navegar a través
del Océano Atlántico financiando la construcción de una gran armada, con
cientos de barcos.
Una vez que la flota estuvo completa, se despidió de sus
almirantes, diciéndole a sus capitanes que no volvieran a las costas de Malí
hasta que hubieran navegado con éxito a los confines del Atlántico.
Cuando solo una embarcación logró regresar a casa, lamentó lo
dicho. Pero no se dio por vencido.
Dejando a su lugarteniente de confianza, Mansa Musa, a cargo de
la administración de su imperio, en 1312 lo intentó de nuevo. Esta vez, él
personalmente dirigió la expedición, y zarpó con una armada aún más grande de
miles de barcos completamente cargados.
Ni el emperador ni sus naves fueron vistos nunca más.
Muchos todavía creen que cruzó con éxito el Atlántico para
fundar un nuevo estado maliense, pero lamentablemente, más
allá de un puñado de hermosas canciones que recuerdan el viaje, no
hay pruebas concretas de esto.
Si bien es posible
que no sepamos definitivamente qué sucedió con la flota de Abu Bakr, el legado
de su ambición desenfrenada cambió fundamentalmente la naturaleza del proyecto
imperial maliense.
Mansa Musa, quien
lo sucedió, no compartía la fijación de Abu Bakr con el crecimiento del imperio
mediante la adquisición de nuevas tierras, la construcción de un ejército
incomparable y el fortalecimiento de las asociaciones comerciales.
Su tiempo
lo dedicó a superar un tipo de límite diferente.
En la ciudad
maliense de Tombuctú, Mansa Musa defendió un proyecto infundido con el espíritu
emprendedor de su predecesor: decidió construir el mayor centro de
investigación intelectual que el mundo había visto.
Ambos hombres
intentaron alterar el sentido de identidad de Mali, pero la respuesta a si Abu
Bakr lo logró radica, sin duda, en encontrar su flota perdida.
Misterio postulado
por Gus Casely-Hayford, historiador cultural y director de V&A
East, que se inaugurará en 2023.
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