“Era un atleta talentoso y
desperdicié todo”, se lamentaba Spencer Haywood ocho años después de haber
hecho una de las confesiones más escalofriantes del mundo del deporte.
“Woody”
fue el octavo hijo de una familia de muy bajos recursos, y su historia dentro
de la NBA (a nivel deportivo) podría haber estado a la altura de los grandes
nombres que hoy engloban a la máxima competencia de baloncesto de no haber sido
por un detalle: su adicción a la cocaína, la cual hizo
que protagonizara un episodio que acabó con su carrera por completo.
Con 19
años, fue el líder de la selección de Estados Unidos que obtuvo la
medalla de oro en los Juegos Olímpicos de México de 1968. También se
consagró campeón de la NBA, integró cuatro veces el All Star, fue elegido
en dos ocasiones dentro del “First Team” y fue protagonista de un cambio de
regla histórico en las elecciones en el Draft (fue el primero en integrar un
equipo sin haber hecho los cuatro años de carrera en el básquet universitario).
Sin
embargo, todos esos logros se vieron opacados por su intento de asesinar a
su entrenador a través de un sicario.
Después
de un paso lleno de espectaculares registros personales en la ABA (liga que
compitió con la NBA hasta su disolución en 1976) en 1969, con 20 años, llegó a
los Denver Rockets y todo parecía augurarle un gran futuro. A medida que
pasaban las temporadas, el nombre HAYWOOD se iba posicionando cada vez más
alto, pero nunca se imaginó lo que iba a suceder.
“Pasé por Seattle. Pasé por los
Knicks. Y cuando llegué a Los Ángeles… me desmoroné”, recordaba en una
entrevista con la revista People el 13 de junio de 1988.
“Era mi
décima temporada, y finalmente tuve una oportunidad real de conseguir un
campeonato. Estaba jugando con Jamaal Wilkes, el alero más ágil y astuto,
y Norm Nixon, un jugador tan duro como hermoso. También estaba un
sensacional novato llamado Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar ya era
como un hermano para mí”, apuntaba.
Para ese
entonces, en 1979 Wood ya era una figura de renombre dentro del
equipo que comandaba Jack McKinney. Pero todo iba a cambiar después de 14
partidos. Su entrenador se despedía de los Lakers tras ser víctima de un
brutal accidente de tránsito que le produjo un traumatismo craneal y lo
obligó a abandonar su puesto. Su lugar iba a ser ocupado interinamente por Paul
Westhead.
“Comencé
la temporada sólidamente: 16 a 17 puntos por partido, rebotes fuertes, buena
defensa. Estaba en un momento maravilloso”, rememoró. Sin embargo, con el
correr de los juegos, su eficacia iba a empezar a disolverse.
“Me
sentía sin manos, como si ya no tuviera dedos. Magic me daba buenos
pases, y yo no los podía alcanzar. Me negué a creer que fueran las drogas, a
pesar de que estaba usando Quaalude, Valium, alcohol y otras cosa para
reprimir la fiebre de la cocaína. Pensé que tal vez Magic estaba
dando demasiados giros en los pases, tal vez incluso para hacerme quedar mal”.
“Culpé de
mi pobre rendimiento a todos, incluido Westhead. Mi actitud iba cuesta abajo.
Mis compañeros se imaginaban que estaba metido en las drogas pero no sabían
cómo ayudarme. Me había convertido en un bastardo”, aseguraba.
“La
cocaína es un demonio muy malo. Me arrastraba por el suelo buscando más.
Después de la primera vez que lo hice, quise hacerlo una segunda. Y después de
hacerlo la segunda vez, quise hacerlo otra tercera. Me había enganchado en el
juego del diablo”, se sinceró en una carta que escribió
en Deadspin (2014) sobre aquella temporada.
La
competencia continuó, al mismo tiempo que su adicción por la cocaína y sus
malos rendimientos, hasta que Spencer Haywood iba a tocar fondo.
“Todo se desmoronó durante las
finales de 1980 contra los Philadelphia 76ers. Después de quemarme el cerebro
en un bar, me presenté a practicar por la mañana. Lo primero que te hacen hacer
es elongar. Me acosté y notaron que no me estaba moviendo. Mis compañeros
me susurraban: ‘¡Wood!, despierta!’, pero no me movía. Muy pronto todo el
equipo se reunió a mi alrededor, imaginando que estaba muerto. Finalmente
me sacaron de allí y Westhead me envió a casa”, relataba.
Se
estaban disputando las finales y él ya formaba parte del banco de suplentes. Al
terminar una de ellas, un nuevo escándalo iba a ponerle punto final a sus
chances de disputar algún minuto de lo que restaba de la serie. Su
entrenador Westhead fue testigo de una fuerte discusión a gritos entre él y dos
compañeros (Brad Holland y Jim Chones).
“Mi
carrera se estaba desvaneciendo, junto con mis amigos, mi autoestima,
todo. (Tras la pelea) Le dije a Westhead que necesitaba ayuda. Pero ese
enfrentamiento fue la excusa que necesitaba para expulsarme. Fue a ver a Jerry
Buss (propietario de la franquicia), y en dos horas ya dejé de ser un Laker”,
se lamentaba.
“Dirigí
toda mi ira hacía Westhead. Dejé el Forum. Conduje mi Rolls toda la noche
y mi único pensamiento era que Westhead debía morir. Planeé cómo acabar
con él. En plena ira y tras consumir cocaína llamé a un amigo de Detroit, un
tipo llamado Gregory, un gángster genuino certificado, y le dije: ‘Ven,
necesito que te encargues de alguien’. Él dijo: ‘No hay problema, Wood. Me encanta
hacer eso por ti’. Al día siguiente, Greg y su compañero volaron a Los Ángeles,
listos para trabajar. Nos sentamos y planeamos sabotear los frenos de su
coche. Obtuvimos su dirección: Westhead vivía en Palos Verdes”, revelaba
ocho años después de aquella discusión.
“Antes de
continuar con el plan, comencé a ver las cosas un poco más
claramente. Estaba muy enojado, pero ¿era un asesino? Llamé a mi
madre en Mississippi. Se estaba muriendo de cáncer en ese momento. No le dije
lo que estaba planeando, solo que estaba enojado. Ella me dijo: ‘Estás haciendo
algo que no es bueno, ¿verdad? Si haces algo malo, te entregaré yo misma. No
crié un tonto’. Ella comenzó a llamarme cada 15 minutos, y hablamos mucho. Me
hizo entrar en razón”.
Al cortar
esa llamada, Woody le pidió a sus amigos que regresaran a
Detroit. “Pensé: ¿Qué demonios estaba ideando? Nunca lo intenté pero mis
intenciones eran diabólicas. Dios me observaba”.
Finalmente
los Lakers consiguieron el anillo tras vencer a los Philadelphia 76ers por 4-2
y mandaron a su polémico jugador a Italia, en donde iba a continuar su
carrera en las filas del Carrera di Venezia (hoy Reyer Venezia Mestre) de la
Lega Basket, por ese entonces la mejor liga europea, algo que Haywood sintió
como una “traición” en el momento, pero que con el tiempo supo entender.
“Lo que hicieron los Lakers fue
darme la oportunidad de salir del desastre y recuperar mi
cordura”, aseguraba en su carta a Deadspin. “No había programas de
recuperación en 1980, por lo que imaginaron que debía ir a Italia —todavía
estaba bajo contrato con los Lakers—. Si salía del país, de esa manera, podrían
reservarse el derecho de traerme de regreso. Estaba enojado,
herido. En ese momento no vi la enfermedad como el problema. Sentí que mis
compañeros de equipo me traicionaron. Fui traicionado por mis dueños. Pero
Italia fue lo mejor que me ha pasado”.
Fue una
temporada la que estuvo en Europa. Allí promedió 23.5 puntos y 10.5
rebotes por partido y depositó en la final de la Copa Korac a su equipo,
el cual finalmente perdió ante el Joventut de Manel Comas.
Al año
siguiente, Woody ya estaba de vuelta en la NBA. Los Washington
Bullets lo contrataron con la intención de repuntar en la liga. Sin
embargo, lejos estuvo el pivot de recuperar su mejor nivel y fue en
1983 cuando anunció su retiro del basquet.
Se alejó
por completo del deporte y entró en un centro de rehabilitación para
reconstruir su vida. Posteriormente viajó a Detroit, su ciudad, y se
convirtió en un líder comunitario realizando conferencias sobre lo peligrosas
que pueden ser las drogas.
“Alguien
me dijo que al contar mi historia le estaba haciendo saber a la gente que está
bien consumir drogas porque eventualmente puedes limpiarte y todo está bien.
Bueno, nunca se está bien. Nunca podré recuperar lo que tiré y nunca podré
reparar el daño que las drogas causaron en mi vida personal”, dijo tras su
retiro.
A pesar
de su abrupto final, Spencer iba a recibir un mimo de la liga de baloncesto más
importante del mundo, cuando en 2015 (32 años después de su
salida), ingresó al Salón de la Fama de la NBA.
Ahora, y
tras abandonar la presidencia de la NBRPA (Asociación Nacional de Jugadores
Jubilados de Baloncesto) en marzo, después de completar dos períodos de tres
años en el cargo, Haywood (de 70 años) se encuentra acatando el
confinamiento social por coronavirus en su casa de Las Vegas.
Fuente: Infobae
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