La
pandemia de coronavirus está poniendo en jaque gran parte de la economía
estadounidense, pero también está causando estragos en el proceso democrático
en año electoral.
Las
primarias han sido retrasadas o interrumpidas, con centros de votación cerrados
y procesos de voto por correo puestos en tela de juicio.
Los
políticos están inmersos en luchas contenciosas sobre el proceso electoral en
los congresos estatales y en los tribunales.
En
noviembre, los votantes tienen previsto ir a las urnas para elegir al próximo
presidente, a gran parte del congreso y a miles de candidatos del gobierno
estatal.
Pero
la pregunta sobre cómo será el día de las elecciones -si es
que se lleva a cabo según lo previsto- es el principal objeto de
debate.
Acá
van las respuestas a algunas preguntas clave.
¿Podría
el presidente Trump posponer las elecciones?
Por
ahora, un total de 15 estados han retrasado sus elecciones primarias
presidenciales. La mayoría de ellos las han pospuesto al menos hasta junio.
Eso
plantea la cuestión apremiante de si las elecciones presidenciales de noviembre
también se celebrarán más tarde.
Según una ley
que data de 1845, las presidenciales de Estados Unidos están
programadas para el martes siguiente al primer lunes de noviembre cada cuatro
años: es decir, el 3 de noviembre de 2020.
Sería necesario un acto legislativo del Congreso
-aprobado por las mayorías en la Cámara de Representantes, dominado por los
demócratas, y en el Senado, controlado por los republicanos- para cambiar eso.
La perspectiva
de un consenso legislativo bipartidista que subscriba cualquier demora en las
elecciones es muy poco probable.

En
otras palabras, el primer mandato de Donald Trump expirará a mediodía
el 20 de enero de 2021, de una forma o de otra.
Podría
estar otros cuatro años si es reelegido. Podría ser reemplazado por el
demócrata Joe Biden si es derrotado en las urnas. Pero el reloj ya echó a
andar, y posponer la votación no lo detendrá.
¿Qué
ocurre si las elecciones se posponen?
Si
no se han celebrado las elecciones antes del día de inauguración programado, el
20 de enero, la línea de sucesión presidencial entra en acción.
En
segundo lugar está el vicepresidente Mike Pence, y dado que su
mandato también termina ese día, él se encuentra en la misma situación que el
presidente.
La
siguiente en la fila es la presidenta de la Cámara, que actualmente es la
demócrata Nancy Pelosi, pero su mandato de dos años termina a finales
de diciembre.
El
funcionario de mayor rango elegible para la presidencia en un escenario tan
apocalíptico sería el republicano Chuck Grassley, de 86 años, de
Iowa, el presidente pro tempore del Senado.
Eso
suponiendo que los republicanos todavía controlen el Senado luego de que un
tercio de sus 100 escaños hayan sido desocupados por la expiración de sus
propios mandatos.
En
general, todo esto parece más propio de una novela de suspense político que de
realidad política.
¿Pero
podría el virus alterar las elecciones?
Si
bien es improbable un cambio absoluto en la fecha de las elecciones
presidenciales, eso no significa que el proceso no esté en riesgo de una
interrupción significativa.
Según
el profesor Richard L. Hasen, un experto en leyes electorales de la Universidad
de California en Irvine, Trump o los gobiernos estatales podrían usar
sus poderes de emergencia para reducir drásticamente los lugares de
votación en persona.
En
las recientemente concluidas primarias de Wisconsin, por ejemplo, la
preocupación sobre la exposición al virus, junto con la escasez de trabajadores
electorales voluntarios y de suministros electorales, llevaron al cierre de 175
de los 180 centros de votación en Milwaukee, la ciudad más grande del estado.
Si
se hiciera eso teniendo en cuenta los intereses políticos -tal vez atacando las
fortalezas electorales de un oponente- podría tener impacto en los resultados
de una elección.
¿Podrían los estados impugnar los resultados?
Hasen
también sugiere otro contexto todavía más extraordinario, aunque poco probable.
Las
asambleas legislativas en cada estado, citando preocupaciones sobre el
virus, podrían recuperar el poder para determinar qué candidato gana su
estado en las elecciones generales.
No
hay obligación constitucional de que un estado apoye al candidato presidencial
que gane una pluralidad de sus votos.
Todo
gira en torno al Colegio Electoral, esa institución arcaica de
Estados Unidos en la que cada estado tiene “electores” que votan por el
presidente.
En
condiciones normales, esos electores (casi siempre) apoyan a quien gane el voto
popular en sus respectivos estados.
Sin
embargo, no tiene que funcionar de esa manera necesariamente. En
las elecciones de 1800, por ejemplo, varias asambleas legislativas estatales
les dijeron a sus electores a quién votar.
Hasen
admite que si un estado hiciera un movimiento tan “duro” hoy en día,
probablemente conduciría a manifestaciones masivas en las calles. Pero eso
sería en caso de que se permitieran manifestaciones masivas bajo cuarentenas y
decretos de distanciamiento social.
¿Habrá desafíos legales?
La
experiencia reciente en las primarias de Wisconsin podría servir como una advertencia
para la interrupción electoral que podría avecinarse, y no solo por las
largas colas para votar en persona en las limitadas urnas, atendidas por
voluntarios y soldados de la guardia nacional con equipos de protección.
Antes
del día de las primarias, el gobernador demócrata, Tony Evers, y
los republicanos que controlan la asamblea legislativa estatal participaron en
arriesgadas batallas legales -una de las cuales finalmente fue decidida por la
Corte Suprema de Estados Unidos- sobre si el gobernador tenía poder legal para
posponer la votación hasta junio o extender el plazo de votación por correo.
En
marzo, el gobernador republicano de Ohio, Mike DeWine, tuvo una
batalla judicial similar antes de su exitoso movimiento para retrasar las
primarias de su estado.
Un
juez federal en Texas emitió el miércoles una orden que hizo que el
miedo a contraer el coronavirus fuera una razón válida para solicitar el voto
en ausencia (o por correo) en noviembre.
Los
requisitos de ese estado para la votación por correo habían sido algunos de los
más estrictos de la nación.
¿Qué cambia si se reduce el riesgo?
En una encuesta de opinión
reciente realizada por el Pew Research Center, el 66% de los
estadounidenses dijeron que no se sentirían cómodos yendo a un centro de
votación durante la actual crisis de salud pública.
Este
tipo de preocupaciones han incrementado la presión sobre los estados para
ampliar la disponibilidad de boletos por correo para todos los votantes, y
así minimizar el riesgo de exposición viral.
Si
bien cada estado prevé alguna forma de votación remota, los requisitos varían
mucho.
“Tenemos
un sistema muy descentralizado”, dice Hasen. “Los
estados tienen mucho margen de maniobra en términos de cómo hacen estas cosas”.
Cinco
estados en el oeste de Estados Unidos, incluidos Washington, Oregon y Colorado,
llevan a cabo sus elecciones totalmente por correo. Otros, como California,
proporcionan un boleto postal a cualquiera que lo solicite.
¿Por qué en algunos estados no gusta el voto por
correo?
Por
otra parte, 17 estados requieren que los votantes proporcionen una razón válida
por la que no pueden votar en persona para calificar para el voto en ausencia.
A
estos estados se les ha pedido que relajen sus requisitos y que hagan que la
votación por correo sea más fácil de obtener, aunque algunos líderes se
resisten.
Mike
Parson, el gobernador republicano de Missouri, dijo el
martes que ampliar el acceso al voto en ausencia era un “problema
político” y sugirió que el miedo a contraer el virus no es, en sí
mismo, una razón para calificar para el voto por correo.
El
Congreso podría intervenir y exigir que los estados brinden un nivel mínimo de
votación en ausencia o sistema de votación por correo, pero dado el
estancamiento partidista actual en el Capitolio de Estados Unidos, las
posibilidades de que eso ocurra son escasas.
¿Están de acuerdo los partidos en cómo proteger las
elecciones?
No.
Dada la intensa polarización de la política moderna, no debería sorprender que
los cambios que puede haber en cómo se llevan a cabo las elecciones durante una
pandemia se hayan convertido en un debate cada vez más polémico.
El
propio Donald Trump se ha opuesto a la
votación ampliada por correo, diciendo que es más susceptible al fraude.
También
ha sugerido que un aumento en la participación al reducir las restricciones de
votación podría dañar a los candidatos republicanos.
Pero
no está claro que los conservadores sean más perjudicados por la votación por
correo, ya que los republicanos suelen emitir un mayor número de votos en
ausencia que los demócratas.
¿Está
en riesgo la democracia en Estados Unidos?
El brote de coronavirus está afectando todos los
aspectos de la vida estadounidense.
Si
bien Trump y otros políticos están presionando para que la vida regrese a una
normalidad aparente, no hay garantías de que todo esté bien en junio -cuando
muchos estados han reprogramado sus primarias-, en agosto -las
convenciones de los partidos-, en octubre -los debates
presidenciales- o incluso el día de las elecciones en noviembre.
En
épocas normales, los meses venideros marcarían un golpe de interés político
nacional y de actividad creciente hasta el día de las elecciones.
En
este punto, todo está en duda, incluidos, para algunos, los fundamentos de la
democracia estadounidense.
“Incluso
antes de que llegara el virus, estaba bastante preocupado de que la gente
aceptara los resultados de las elecciones de 2020 porque estamos muy
hiperpolarizados y obstruidos por la desinformación“, dice Hasen, autor de
varios libros sobre elecciones, el más reciente Meltdown:
dirty tricks, distrust, and the threat to American democracy (“Fusión
electoral: trucos sucios, desconfianza y la amenaza a la democracia
estadounidense”).
“El
virus suma mucho más a esta preocupación”.
Por: BBC News Mundo
Síguenos en: noticiasdesdebarahona.com
Comparte esta noticia en las redes sociales:
0 Comentarios