Vo’
Euganeo era, hasta hace un mes, un bonito pueblo como muchos en la región de
Véneto, en el norte de Italia.
Incrustado
en las laderas de unas colinas volcánicas, a media hora en auto de la ciudad de
Padua, Vo’ era famoso por su vino prosecco, por su parque natural y por los
cercanos establecimiento termales.
Pocos
habrían imaginado que este idílico escenario se convertiría en pocas semanas en
uno de los primeros epicentros de la epidemia de Covid-19 en Italia.
Y
menos aún son los que podían siquiera pensar que Vo’ Euganeo sería el escenario
de un “experimento científico único“.
A
principios de febrero Adriano y Renato, dos vecinos de esta localidad de unos
3,300 habitantes, estaban internados en un hospital de la zona por una
pulmonía.
Ante
la ausencia de síntomas que lo indicasen, los médicos descartaron la idea de
realizar el examen para detectar el coronavirus, tal como preveían los
protocolos.
Sin
embargo, después de dos semanas de curas ineficaces, un médico de ese hospital
decidió saltarse las normas previstas y realizó un examen de Covid-19 a
los dos vecinos.
¿La
respuesta? Positivos.
Los
dos hombres fueron trasladados de inmediato al Departamento de Enfermedades
Infecciosas del hospital de Padua y fueron sometidos al tratamiento previsto
para estos casos.
Pero
quedaba un misterio: ¿cómo podían
haberse contagiado?
La primera muerte
Las
autoridades averiguaron que ni Adriano ni Renato, de 77 y 83 años
respectivamente, habían viajado a China y que tampoco habían entrado en
contacto con personas que mostrasen síntomas.
Hasta
ese momento, esas eran las causas principales conocidas de transmisión del
virus entre humanos.
Lo
único que se sabía era que, poco antes de desarrollar su enfermedad, los dos
hombres habían pasado muchas horas juntos jugando a las cartas en uno de los
bares del pueblo.
Inesperadamente,
el 19 de febrero el cuadro clínico de Adriano empeoró y, al cabo de dos días,
el 21, el hombre falleció. Fue la primera muerte registrada en Italia por
coronavirus.
Esa
misma noche el alcalde de Vo’, Giuliano Martini, propietario de una de las dos
farmacias del pueblo, declaró la cuarentena.
Cerró
las escuelas, los bares, las tiendas y hasta las paradas de buses. Prohibió las
misas en la iglesia y las fiestas de Carnaval. Obligó a los vecinos a quedarse en casa.
El
23 de febrero, el gobierno italiano y las autoridades regionales impusieron
la cuarentena para Vo’ Euganeo y enviaron a decenas de
policías y militares a bloquear los accesos del pueblo.
Nadie
podría entrar ni salir del pueblo hasta nuevo aviso. Solo se permitiría la
entrada de los camiones que abastecen los supermercados, la panadería y las
farmacias.
“Era
como estar en guerra”, recuerda Martini en conversación telefónica con BBC
Mundo. “Estar encerrados y rodeados por tus propias fuerzas armadas es mucho
peor que estar en una cárcel”.
Sin
embargo, quedaba por resolver el misterio: ¿cómo había llegado el virus
hasta esta comunidad?
Innovador experimento
Para
descubrirlo, el mismo 23 de febrero los sanitarios instalaron en la escuela del
pueblo un centro de análisis para realizar el examen para detectar el contagio
de coronavirus a todos los vecinos que lo quisieran.
En
los seis días siguientes, prácticamente todos los habitantes se sometieron
voluntariamente al test con un kit elaborado por la Escuela de Medicina de la
Universidad de Padua, que dirige el profesor Stefano Merigliano.
“Esto
no habría pasado sin el espíritu de colaboración de todos los vecinos“,
reconoce orgulloso el alcalde.
Los
investigadores detectaron el virus en 89 personas, a las que las autoridades
conminaron al aislamiento inmediato en sus casas durante 14 días.
Algo
más les llamó la atención: entre el 50 y el 60% de ellos mostraban pocos o
ningún síntoma.
“Eso
es algo que no había ocurrido en ninguna de las epidemias del último siglo”, le
explica a BBC Mundo el profesor Merigliano.
“Tener
este porcentaje de asintomáticos es peligrosísimo”, añade el profesor Andrea
Crisanti, profesor de Epidemiología y Virología en el Hospital de la
Universidad de Padua y del Imperial College de Londres, “porque esas personas
siguen su vida habitual y contagian a un número muy elevado de personas”.
Fue
en ese momento cuando Merigliano y Crisanti propusieron al gobernador de
Véneto, Luca Zaia, una idea: transformar Vo’ Euganeo en “un laboratorio
experimental único en el mundo”.
“Teníamos
unas condiciones irrepetibles para entender cómo se comporta este virus”,
ilustra Merigliano. “Había una muestra consistente de personas aisladas.
Conocíamos su estado de salud y podíamos controlar sus movimientos y con quién
se relacionaban. ¡Era perfecto!“.
Con
el visto bueno de las autoridades regionales, el 6 de marzo -12 días después de
los primeros exámenes y mientras en Italia el número de contagiados llegaba
hasta los 4,636 (con 197 víctimas fatales)- un equipo de la Universidad de
Padua volvía a controlar a todos los habitantes de Vo’ Euganeo.
Los
nuevos casos que dieron positivo esta vez fueron ocho, de los cuales seis
estaban relacionados con los infectados del primer examen. A todos ellos se les impuso el aislamiento.
“Antes
había solo estimaciones”, afirma Crisanti, “mientras que nosotros demostramos
científicamente dos cuestiones fundamentales: que el periodo de
incubación del virus es de dos semanas y que cualquier estrategia de
contención de esta pandemia tiene que tener en cuenta el elevado número
de positivos asintomáticos“.
Para
entender el enfoque del experimento, Crisanti compara el caso de Vo’ Euganeo
con el del crucero Diamond Princess, que quedó retenido durante dos semanas en
un puerto de Japón cuando se detectó a bordo un caso de coronavirus.
“A
bordo había unas 3,000 personas entre pasajeros y tripulación”, comenta
Crisanti, “un número parecido al de la población de Vo’ Euganeo. Pero
decidieron realizar los exámenes solo a los que iban presentando
los síntomas“.
“Después
de dos semanas de cuarentena”, concluye Crisanti, “se reportaron unos 542 casos
positivos”.
Reapertura
El
8 de marzo, dos semanas después de la muerte del señor Adriano, se levantó el
aislamiento de Vo’ Euganeo. La vida en el pueblo empezó a circular normalmente
y, a partir del 14 de marzo, no se registró ningún nuevo caso de infección.
Hasta
el pasado viernes 20 de marzo, cuando se detectó un nuevo brote en el pueblo.
“Era
de esperar”, comenta Crisanti. “¿Con qué parámetros se decide levantar la
cuarentena?”, se pregunta este epidemiólogo. “Si levantas la cuarentena
basándote solo en la disminución del número de enfermos, estás dejando fuera
también a todos los asintomáticos, y eso quiere decir que la epidemia puede
volver”.
Crisanti
reconoce, sin embargo, que el experimento de Vo’ Euganeo -que costó unos
US$160.000 y fue financiado por la administración regional – no es replicable
en ciudades más grandes. Pero asegura que sí es posible controlar la difusión
del virus a nivel de barrio, identificando rápidamente dónde se generan los
brotes y aislando a los posibles contagiados.
Algo
parecido a lo que, afirma, logró hacer Corea del Sur.
Mientras,
la región de Véneto acaba de lanzar una campaña paralela, también dirigida por
el profesor Crisanti, para examinar a las personas de grupos de riesgo, como el
personal sanitario, las fuerzas policiales, los empleados de supermercados y
conductores de autobuses.
El
objetivo, según las autoridades regionales, es realizar 13,000 exámenes
diarios antes de que acabe esta semana.
Más
de 4.000 personas en Italia murieron desde que el señor Adriano falleciese en
el hospital de Padua.
El
viernes pasado, un mes después de su fallecimiento, su familia pudo finalmente
celebrar su funeral.
Por: BBC News Mundo
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